El pasado sábado 28 de abril, la Asociación volvió a disfrutar de un día de convivencia sobre ruedas. Esta vez, los destinos elegidos fueron la presa de la Almendra y Fermoselle, en la provincia vecina de Zamora y del otro lado del río Duero, adentrándonos ya en Portugal, la fronteriza Miranda do Douro.
El pistoletazo de salida tuvo lugar a las ocho de la mañana
en la Plaza de la Constitución de Castronuño. A pesar de lo temprano del
horario, todo el mundo irradiaba el estado emocional de alegría y relajación
que suele acompañarnos ante la previsión de un día divertido de excursión.
Nuestro chofer Eugenio, ya casi un Castronuñero más por las
muchas ocasiones compartidas, nos deleitó con sus melodías y sus habituales
chistes de camino a Zamora, donde paramos lo justo para recoger a nuestra guía
turística, otra de las anécdotas del viaje.
Primera parada: la presa de Almendra, conocida también como
el mar de Castilla por la cantidad de agua embalsada, tanta que sus límites se
pierden en el horizonte. A pesar de ello, supimos que no estaba a su máximo
nivel. Las aguas caídas esta primavera todavía no han sido capaces de acabar
con las terribles consecuencias de la devastadora sequía que padecimos el año
pasado.
De nuevo al autobús con destino a la siguiente etapa de la
excursión. Era el turno de visitar Fermoselle y su casa del parque, donde
fuimos muy bien recibidos por sus monitores. Tras la proyección del video
inicial, que nos ayudó a situarnos en el medio natural en el que estábamos,
tuvimos una visita guiada por el propio parque, aprendiendo de alcornoques,
robles y demás especies de la flora y fauna de este valle zamorano con
microclima propio, que le permite cultivar hasta naranjos y otras plantas
propias del clima mediterráneo. Por cierto, el jardín estaba precioso y cuidado,
con su propio pozo de agua típico de la zona, donde los peques que nos
acompañaban emularon la extracción de aguas subterráneas.
A la despedida se nos encomendó una misión, esta es: mandamos
un caluroso saludo a Alberto y Cristina, monitores de nuestra casa del parque
Riberas de Castronuño-Vega del Duero, de parte de sus compis fermosellanos.
¡Por fin un café! Antes de comenzar la visita al casco urbano
de Fermoselle junto con su iglesia y
bodega tradicional, por cierto, también afectada de humedades de origen
desconocido, hicimos un alto en el camino para reponer fuerzas y vaciar
circuitos.
A la salida de Fermoselle pudimos comprobar parte de la
recreación de la leyenda local, en la que se cuenta cómo un sudario atado a una cruz del calvario fue
desatado por el pico de una cigüeña, especie casi imposible de avistar por la
zona. De momento, allí seguía, esperando el pico de una hábil cigüeña.
Tras las singulares explicaciones recibidas por parte de la
guía que nos acompañó durante prácticamente todo nuestro viaje, nuestro chofer
Eugenio dirigió su metálico corcel sobre ruedas hacia tierras lusitanas. Una
vez en Miranda do Douro, lo primero fue cargar energías con la degustación del
menú contratado, en el que no faltó el tradicional bacalao a la dorada.
Quedamos “muito obrigado”.
Aún nos quedaba lo mejor: el crucero fluvial sobre el Duero.
Pero antes, momento de compras para unos, de visita a los monumentos y calles
mirandesas para otros.
Paseando por el casco antiguo de Miranda, algunas de las
personas de la excursión quedamos sorprendidas por el parecido de estas calles
de edificios radiantemente encalados con las calles de un pueblo típicamente
marinero de costa. ¿Acaso sea esta otra “Costa Dourada”?.
Llegó el momento de la guinda del pastel, un crucero en barco
por Los Arribes Zamoranos. Después de superados los miedos al agua por parte de
algún que otro excursionista, todo se vio recompensado ante la contemplación de
esos profundos acantilados de gran belleza. Castilla y León es infinita y
hermosa, también esta parte fronteriza compartida con nuestros vecinos
portugueses.
El crucero consistió en un paseo en barco de aproximadamente
una hora. En el viaje de ida, la
profesionalidad de la propia guía del barco amplió nuestros conocimientos sobre
la fauna y flora no sólo del medio terrestre de los Arribes, con aves tan
singulares como la asustadiza cigüeña negra, sino que también aprendimos y
contemplamos en directo vía microscopio la minúscula fauna que habita el plancton
del río, como la pulga de río. En el paseo de vuelta, las personas más intrépidas
y menos frioleras disfrutaron de la proa y popa del barco en el exterior. Todo
un deleite para nuestras retinas.
Desembarcamos y… foto de familia, con la que podremos atestiguar
el disfrute de un bonito día excursión que empezó con amenaza de lluvia, pero
resultó ser un radiante día de primavera. Por si faltaba algo, “vino español”,
perdón, “vino portugués”, oporto concretamente, y exhibición de cetrería, que fue disfrutada por nuestros peques, Bruno
y Diego, voluntarios para recibir las aves, junto con Mila y Rafa, otros
castronuñeros voluntarios.